La teoría financiera clásica argumenta “que los individuos son seres racionales, que toman sus decisiones de forma racional, toman en consideración toda la información disponible a la hora de invertir y consideran que los mercados se comportan de forma eficiente”. Pero esto no es así. Estamos permanentemente influenciados por nuestras respuestas emocionales y sus sesgos. Conocer cómo funcionan, nos ayudará a tomar mejores decisiones frente a nuestras finanzas. ¿Estás listo? Vamos!!!…
- Aversión a la pérdida. “Valoramos más cuando perdemos algo” Las personas cuando se enfrentan a una inversión, van a decidir por la propuesta que le permita perder menos, y no ganar más. Las investigaciones dicen que valoramos la pérdida 2.5 veces más que una ganancia. Esto puede estar explicado porque el cerebro está “cableado” para ayudarnos a sobrevivir. Y la pérdida afecta mucho más nuestras experiencias para obligarnos a aprender del dolor. Entonces, al tomar una decisión respecto a una inversión, el obtener información adecuada y permitirnos ser asesorados por expertos, va a generar mejores resultados.
- Mentalidad de Rebaño: “Si la mayoría lo hace, yo también lo hago” Esta mentalidad se manifiesta cuando decidimos invertir basándonos en las ideas de la mayoría, sin analizarlas ni confirmarlas con evidencia. Instintivamente somos animales gregarios, en una época debíamos seguir la manada para obtener protección y cuidado. Estas son necesidades emocionales básicas, pero hoy no es la mejor estrategia cuidar tus inversiones.
- Exceso de confianza: “Sólo sé, que todo lo sé” El exceso de confianza es una percepción distorsionada de nuestra habilidades y talentos. Hay estudios que nos muestran que las personas con mayor confianza a veces no tienen los mejores resultados, pero aquellas que realmente saben, se sienten más inseguras, pero logran mejores resultados. Una persona que estudia los mercados y no solo basándose en su experiencia previa, entiende la cantidad de variables e información que no es posible tener, por lo tanto necesitamos apoyarnos en otros para tomar mejores decisiones.
- Ilusión del control: “Creemos poder controlar cosas aleatorias” Hay una necesidad psicológica en algunas personas, y es la necesidad de control. Este sesgo hace pensar que podemos controlar fenómenos que se escapan de nuestras capacidades, pero son aleatorias. Por lo general se gatilla automáticamente, para aliviar la ansiedad de la incertidumbre. Un ejemplo es cuando creemos que cruzando los dedos tendremos más suerte, o que al soplar sobre los dados tendremos el número deseado. En inversiones, este sesgo puede hacerte pensar que tienes cierto control sobre lo que pasa en los mercados cuando en realidad no es así. La mejor decisión es diversificar tu dinero de forma adecuada.
- Sesgo de la confirmación: “no hay peor ciego que el que no quiere ver” Cuando buscamos información lo hacemos muchas veces solo para confirmar nuestras ideas previas. Incluso podemos alterar ciertos datos para que se adapten a lo que queremos. Al tomar decisiones como comprar una casa, este sesgo nos impide analizar adecuadamente la información que recibimos. Y cuando se juntan con el sesgo de conservación y el sesgo de optimismo, se potencia las malas decisiones.